domingo, 13 de diciembre de 2015

Reflexiones sobre el III Domingo de Adviento

Domingo III de Adviento (tomado de...)

Cada año, el tercer domingo de Adviento nos llama a la alegría. Lo importante es saber dónde está la fuente de la verdadera alegría y beber de ella.La palabra de Dios dice que «el Señor está cerca» (segunda lectura), tan cerca que está en medio de nosotros y nos renueva cada día con su amor(primera lectura). Además, si sabemos agradecer todo lo que recibimos del amor de Dios, siempre tendremos motivos para vivir en la alegría y mantenernos en paz.
Ante el testimonio de alguien que vive la fe de modo coherente, muchos se sienten cuestionados y preguntan: «¿Qué hacemos?» Lo preguntan directamente a Jesús (Lc 18,18), a Pedro y a los demás apóstoles el día de Pentecostés (Hch 2,37), lo pregunta Pablo (Hch 22,9). Nosotros, que hemos sido bautizados con el Espíritu Santo, debemos buscar siempre su luz para responder a esta pregunta con la propia vida.

La propuesta de Juan es tan sencilla como comprometida. ¿Somos capaces de compartir lo que no es estrictamente necesario para vivir dignamente? ¿Vamos aprendiendo a hacer del poder un acto de servicio a todos sin aprovecharnos de nadie? Con su radicalidad, el Bautista recuerda que nuestra vida puede ser trigo de buena calidad o paja que se echa al fuego.


Este evangelio tiene una actualidad palpitante. La gente que acudía a escuchar a Juan Bautista, se sentía amenazada por el peligro y la cólera que les podía llevar a la ruina total. Y, según el texto de Lucas, aquellos ciudadanos tuvieron motivos para verse como una "raza de víboras" (Lc 3, 7). De ahí, la pregunta: ¿Qué tenemos que hacer? La respuesta de Juan no se refiere a la "religión" (con sus dogmas, rituales y jerarquías), ni hace alusión alguna a la "política" (expulsar al dominador romano), sino que todo lo centra en la "ética". Que era tanto como decirle a la gente: "lo que os va a sacar de esta situación de miseria será la honradez, la justicia y la bondad". ¿Qué significa esto hoy para nosotros?


Juan Bautista hacía una llamamiento a la "conversión" (Lc 3, 3; Mc 1, 4 par). Hablar de conversión es hablar de "arrepentimiento". Pero si todo se queda en los sentimientos íntimos de la persona, no existe tal arrepentimiento. Porque si una persona se arrepiente de verdad, eso supone y se manifiesta en el cambio de conducta, es decir, cambio de vida. Por tanto, la conversión no es tanto, ni principalmente, un cambio religioso, sino un cambio ético. O sea, se trata de un cambio de conducta. Pero ¿qué conducta?


El Bautista habla de "compartir" lo que se tiene con los que no tienen,"honradez" en el los deberes profesionales relativos al dinero y las ganancias, yla "no-violencia" (Lc 3, 11-13). Es decir, ante todo la rectitud ética. Es importante eliminar los "pecados"pero antes que eso hay que eliminar los "delitos". Antes que ser buen "cristiano", hay que ser buen "ciudadano". El que no es un ciudadano ejemplar, ¿cómo se va a poner a hablar del Evangelio? Si la Iglesia mantiene y defiende "privilegios" fiscales y económicos, ¿con qué cara le va a explicar a la gente el Evangelio de la generosidad y del amor?



Orar con el Evangelio
De todo corazón te damos gracias,
Dios nuestro, porque tu palabra
invita a la alegría
y nos ofrece motivos para vivir contentos,
especialmente tu amor de Padre
y la presencia de tu Hijo Jesús
entre nosotros;
haz que siempre alimentemos
nuestra vida de las fuentes
de salvación, como dice el salmo.

«Que todo el mundo conozca vuestra mesura»,
nos ha dicho Pablo;
y por eso te pedimos que sepamos tratar
a todos con respeto, valorando a las personas,
creando lazos de fraternidad y cooperación,
ayudando a llevar el peso de la vida
a los que más sufren
y procurando no ser nunca
un peso para nadie.

Que sepamos aproximarnos especialmente
a quienes no encuentran motivos
para la alegría o los tienen
sólo superficiales y pasajeros
que no llenan el corazón
ni dan sentido a la vida.

Que sepamos vivir escuchando tu palabra,
atentos a la luz del Espíritu
que hemos recibido con los ojos
y el corazón abiertos al mundo
y a la vida de nuestros hermanos,
y siempre nos preguntemos:
«¿qué debemos hacer?»

Danos generosidad para saber
responder como Juan pedía a sus oyentes:
saber compartir nuestros bienes y cualidades,
ser honestos en todos los campos de la vida,
no recurrir jamás al uso de la violencia,
ni con palabras,
ni con acciones o actitudes
de rechazo o desprecio,
para que nuestra vida vaya
adquiriendo la calidad de buen trigo.

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