sábado, 30 de abril de 2016

Sexto Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 14, 23-29) – 1 de mayo de 2016

Juan 14:23-29


23 Jesús le contestó:
—El que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él. 24 El que no me ama, no hace caso de mis palabras. Las palabras que ustedes están escuchando no son mías, sino del Padre, que me ha enviado.
25 »Les estoy diciendo todo esto mientras estoy con ustedes; 26 pero el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.

27 »Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo. 28 Ya me oyeron decir que me voy y que vendré para estar otra vez con ustedes. Si de veras me amaran, se habrían alegrado al saber que voy al Padre, porque él es más que yo. 29 Les digo esto de antemano para que, cuando suceda, entonces crean.
Reflexiones:
José Antonio Pagola (leer)    Hermann Rodríguez, sj (leer)

“No se angustien ni tengan miedo”

Sexto Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 14, 23-29) – 1 de mayo de 2016

Hace algunos años escuché esta historia que me vino a la mente al leer las palabras de Jesús: “No se angustien ni tengan miedo”. Había una vez un niño que se llamaba Jesulín. Su padre era mago. Todas las mañanas, Jesulín se levantaba, se lavaba y se vestía a toda carrera, porque sus padres lo despedían en la puerta de la casa. El papá mago se acercaba a Jesulín y le decía al oído unas palabras mágicas que éste escuchaba lleno de emoción. Jesulín guardaba las palabras mágicas en el bolsillo de su camisa, muy cerca del corazón, y de vez en cuando, se detenía, sacaba sus palabras mágicas, las escuchaba de nuevo y seguía su camino lleno de alegría.

Jesulín tenía la costumbre de recoger a algunos amigos y amigas antes de llegar a la escuela; primero que todo iba a la casa de Miguelito, que era hijo de un policía de tránsito. El papá de Miguelito le decía a su hijo al despedirlo: «Ten cuidado al cruzar las calles... espera siempre a que el hombrecito del semáforo esté en verde. Cruza siempre las calles por el paso de cebra y no corras. Espera a que los carros se hayan detenido y ten cuidado con las bicicletas y las motos...» Y Miguelito salía siempre con una cara de 'semáforo en rojo'...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan malo... Luego iban caminando a casa de Conchita, que era hija de una dentista. Su madre la despedía todos los días con estas palabras: «Hija mía, no comas chucherías, ni golosinas, ni chicles... Lávate los dientes cada vez que comas algo; no mastiques muy rápido y ten cuidado con las cosas duras...», y le daba un cepillo de dientes, seda dental y un tubo de crema. Y la pobre Conchita salía con una cara de 'dolor de muelas'...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan malo...

Después los tres iban corriendo a casa de Campeón, que era hijo del dueño de un banco. A Campeón siempre lo despedía su papá en la puerta diciéndole: «Tienes que ser el primero, el mejor en todos los deportes y en todas las clases; a mi no me vengas con segundos puestos; siempre hay que ganar; ser el mejor de todos en todo... Ánimo; hay que vencer a los demás en todo». Y su padre le colocaba una medalla que decía por un lado "Soy el mejor" y por el otro decía "Soy el primero"... Y Campeón, salía siempre con una cara de 'partido perdido'...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan malo... Por último, pasaban a recoger a Tesorito; una niña muy bonita y muy bien puesta, hija de una familia muy rica; tenían una casa enorme, con una gran escalera a la entrada y un jardín muy bonito; todas las mañanas los padres de Tesorito salían a la puerta y le decían a su hija: «Tienes todo lo que necesitas; llevas dinero, comida, libros, cuadernos, esferos, lápices, colores, plastilina... Llevas de todo y no te falta nada; te hemos dado todo para que no tengas problemas en tu vida... Por eso no hace falta que te digamos nada más». Y así la despedían sin decir más... Y la pobre Tesorito salía con una cara de 'felicidad fingida'...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan malo...

Al llegar al colegio, sus amigos le preguntaron a Jesulín por las palabras mágicas; pero Jesulín no quiso revelarlas porque su padre se las decía sólo a él; y si las escuchaba otro, perderían su efecto mágico... De modo que los cuatro fueron una mañana, muy temprano, a la casa de Jesulín; esperaron escondidos, cerca de la puerta, a que llegara la hora en que salieran Jesulín y su papá mago; querían escuchar las palabras mágicas que le decían a Jesulín; pasó un rato y por fin salieron Jesulín y su papá mago... prestaron mucha atención y por fin escucharon las palabras mágicas: El papá mago le decía a Jesulín: «Hijo mío, te quiero mucho... ¡que tengas un día muy feliz!».

Cuando hemos sentido una experiencia de amor incondicional, no podemos tener miedo ante los problemas que nos presenta la vida. Sentirnos amados por Dios, como Jesulín se sintió amado por su papá mago, es lo que Jesús quiso comunicarnos desde la experiencia de su resurrección.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

sábado, 23 de abril de 2016

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 13, 31-33a. 34-35) – 24 de abril de 2016

Juan 13:31-35


31 Después que Judas hubo salido, Jesús dijo:

—Ahora se muestra la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se muestra en él. 32 Y si el Hijo del hombre muestra la gloria de Dios, también Dios mostrará la gloria de él; y lo hará pronto. 33 Hijitos míos, ya no estaré con ustedes mucho tiempo. Ustedes me buscarán, pero lo mismo que les dije a los judíos les digo ahora a ustedes: No podrán ir a donde yo voy. 34 Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. 35 Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos.
REFLEXIONES
José Antonio Pagola  (leer)   Hermann Rodríguez, sj (leer)

sábado, 16 de abril de 2016

Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 10, 27-30) – 17 de abril de 2016

Juan 10:27-30


27 Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. 28 Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará. 29 Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar.30 El Padre y yo somos uno solo.
REFLEXIONES:
José Antonio Pagola (leer)  Hermann Rodríguez, sj. (leer)

sábado, 9 de abril de 2016

Tercer Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 21, 1-19) – 10 de abril de 2016

Juan 21, 1-19

21 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del Lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús.Simón Pedro les dijo:
—Voy a pescar.
Ellos contestaron:
—Nosotros también vamos contigo.
Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les preguntó:
—Muchachos, ¿no tienen pescado?
Ellos le contestaron:
—No.
Jesús les dijo:
—Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán.
Así lo hicieron, y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía. Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho, le dijo a Pedro:
—¡Es el Señor!
Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. Al bajar a tierra, encontraron un fuego encendido, con un pescado encima, y pan. 10 Jesús les dijo:
—Traigan algunos pescados de los que acaban de sacar.
11 Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes pescados, ciento cincuenta y tres; y aunque eran tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo:
—Vengan a desayunarse.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. 13 Luego Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio a ellos; y lo mismo hizo con el pescado.
14 Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
15 Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Pedro le contestó:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis corderos.
16 Volvió a preguntarle:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Pedro le contestó:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis ovejas.
17 Por tercera vez le preguntó:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro, triste porque le había preguntado por tercera vez si lo quería, le contestó:
—Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis ovejas. 18 Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir.
19 Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios. Después le dijo:
—¡Sígueme!




domingo, 3 de abril de 2016

Segundo Domingo de Pascua – Ciclo C (Juan 20, 19-31) – 3 de abril de 2016

Juan 20:19-31

19 Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
—¡Paz a ustedes!
20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. 21 Luego Jesús les dijo otra vez:
—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
22 Y sopló sobre ellos, y les dijo:
—Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.
24 Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25 Después los otros discípulos le dijeron:
—Hemos visto al Señor.
Pero Tomás les contestó:
—Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer.
26 Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo:
—¡Paz a ustedes!
27 Luego dijo a Tomás:
—Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
28 Tomás entonces exclamó:
—¡Mi Señor y mi Dios!
29 Jesús le dijo:
—¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.
REFLEXIONES:
J. Antonio Pagola (leer)  Hermann Rodríguez, sj (leer)