sábado, 1 de abril de 2017

Domingo V de Cuaresma – Ciclo A (Juan 11, 1-45) 2 de abril de 2017

Juan 11:1-45
11 Había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro, natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Esta María, que era hermana de Lázaro, fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Así pues, las dos hermanas mandaron a decir a Jesús:
—Señor, tu amigo querido está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo: —Esta enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios, y también la gloria del Hijo de Dios.
Aunque Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro,cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos: —Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le dijeron: —Maestro, hace poco los judíos de esa región trataron de matarte a pedradas, ¿y otra vez quieres ir allá?
Jesús les dijo: —¿No es cierto que el día tiene doce horas? Pues si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz que hay en este mundo;10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.
11 Después añadió: —Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo.
12 Los discípulos le dijeron: —Señor, si se ha dormido, es señal de que va a sanar.
13 Pero lo que Jesús les decía es que Lázaro había muerto, mientras que los discípulos pensaban que se había referido al sueño natural. 14 Entonces Jesús les dijo claramente:
—Lázaro ha muerto. 15 Y me alegro de no haber estado allí, porque así es mejor para ustedes, para que crean. Pero vamos a verlo.
16 Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos: —Vamos también nosotros, para morir con él.
17 Al llegar, Jesús se encontró con que ya hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado. 18 Betania se hallaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros; 19 y muchos de los judíos habían ido a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. 20 Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirlo; pero María se quedó en la casa.21 Marta le dijo a Jesús: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.22 Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.
23 Jesús le contestó: —Tu hermano volverá a vivir.
24 Marta le dijo: —Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
25 Jesús le dijo entonces: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?
27 Ella le dijo: —Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
28 Después de decir esto, Marta fue a llamar a su hermana María, y le dijo en secreto:
—El Maestro está aquí y te llama.
29 Tan pronto como lo oyó, María se levantó y fue a ver a Jesús.30 Jesús no había entrado todavía en el pueblo; estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Al ver que María se levantaba y salía rápidamente, los judíos que estaban con ella en la casa, consolándola, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar.
32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se conmovió profundamente y se estremeció, 34 y les preguntó: —¿Dónde lo sepultaron?
Le dijeron: —Ven a verlo, Señor.
35 Y Jesús lloró. 36 Los judíos dijeron entonces:
—¡Miren cuánto lo quería!
37 Pero algunos de ellos decían: —Éste, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriera?
38 Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. 39 Jesús dijo: —Quiten la piedra.
Marta, la hermana del muerto, le dijo: —Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió.
40 Jesús le contestó: —¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?
41 Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo: —Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado.
43 Después de decir esto, gritó: —¡Lázaro, sal de ahí!
44 Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo. Jesús les dijo: —Desátenlo y déjenlo ir.

45 Por esto creyeron en Jesús muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María y que vieron lo que él había hecho.

domingo, 26 de marzo de 2017

Domingo IV de Cuaresma – Ciclo A (Juan 9, 1-41) 26 de mazo de 2017

Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
-«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?»
Jesús contestó:
-«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
-«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
-«¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: -«El mismo.»
Otros decían: -«No es él, pero se le parece.»
Él respondía: -«Soy yo.»
Y le preguntaban: -«¿Y cómo se te han abierto los ojos?»
Él contestó: -«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver. »
Le preguntaron: -«¿Dónde está él?»
Contestó: -«No sé.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: -«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: -«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban:
-«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
-«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: -«Que es un profeta.»
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: -«¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?»
Sus padres contestaron:-«Sabernos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. »
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: -«Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. »
Contestó él: -« Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» Le preguntan de nuevo:
-¿«Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?»
Les contestó: -«Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos? »
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: -«Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.»
Replicó él:
-«Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»
Le replicaron: -«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -«¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: -«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: -«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: -«Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Jesús añadió: -«Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.»
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: -«¿También nosotros estamos ciegos?»
Jesús les contestó: -«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»


Palabra del Señor

domingo, 19 de marzo de 2017

Domingo III de Cuaresma – Ciclo A (Juan 4, 5-42) 19 de mazo de 2017

Lectura del santo evangelio según san Juan (4,5-42):

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» 
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.»

En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

Reflexiones:

domingo, 12 de marzo de 2017

Domingo II de Cuaresma – Ciclo A (Mateo 17, 1-9) 12 de mazo de 2017


Lectura del santo Evangelio según San Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. 
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 
Pedro, entonces tomó la palabra y dijo a Jesús: 
—Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: 
—Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle. 
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. 
Jesús se acercó y tocándolos les dijo: 
—Levantaos, no temáis. 
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. 
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: 
—No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
REFLEXIÓN: 

domingo, 5 de marzo de 2017

Domingo I de Cuaresma – Ciclo A (Mateo 4, 1-11) 5 de mazo de 2017


sábado, 25 de febrero de 2017

Domingo VIII del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 6, 24-34) 26 de febrero de 2017

Mateo 6, 24-34

24 »Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.
25 »Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? 26 Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! 27 En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?

28 »¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. 29 Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. 30 Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! 31 Así que no se preocupen, preguntándose: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Con qué vamos a vestirnos?” 32 Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. 33 Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. 34 No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse. Cada día tiene bastante con sus propios problemas.

REFLEXIONES:

domingo, 19 de febrero de 2017

Domingo VII del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 5, 38-48) 19 de febrero de 2017