Mateo 26:47-27:66
Arrestan a Jesús
47 Todavía estaba hablando Jesús, cuando Judas, uno de los doce
discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y con palos.
Iban de parte de los jefes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo.48 Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: «Al
que yo bese, ése es; arréstenlo.» 49 Así
que, acercándose a Jesús, dijo:
—¡Buenas noches, Maestro!
Y lo besó. 50 Jesús le contestó:
—Amigo, adelante con tus planes.
Entonces los otros se acercaron, echaron mano a Jesús y lo
arrestaron.
51 En eso, uno de los que estaban con Jesús sacó su espada y le cortó
una oreja al criado del sumo sacerdote. 52 Jesús
le dijo:
—Guarda tu espada en su lugar. Porque todos los que pelean con la
espada, también a espada morirán. 53 ¿No
sabes que yo podría rogarle a mi Padre, y él me mandaría ahora mismo más de
doce ejércitos de ángeles? 54 Pero en
ese caso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, que dicen que debe suceder así?
55 En seguida Jesús preguntó a la gente:
—¿Por qué han venido ustedes con espadas y con palos a arrestarme,
como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado enseñando en el templo, y
nunca me arrestaron. 56 Pero todo esto sucede para que se cumpla lo que dijeron los
profetas en las Escrituras.
En aquel momento, todos los discípulos dejaron solo a Jesús y
huyeron.
Jesús ante la Junta Suprema
57 Los que habían arrestado
a Jesús lo llevaron a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde los maestros
de la ley y los ancianos estaban reunidos.58 Pedro
lo siguió de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote. Entró, y se
quedó sentado con los guardianes del templo, para ver en qué terminaría todo
aquello.
59 Los
jefes de los sacerdotes y toda la Junta Suprema buscaban alguna prueba falsa
para condenar a muerte a Jesús, 60 pero no la encontraron,
a pesar de que muchas personas se presentaron y lo acusaron falsamente. Por fin
se presentaron dos más, 61 que
afirmaron:
—Este
hombre dijo: “Yo puedo destruir el templo de Dios y volver a levantarlo en tres
días.”
62 Entonces
el sumo sacerdote se levantó y preguntó a Jesús:
—¿No
contestas nada? ¿Qué es esto que están diciendo contra ti?
63 Pero
Jesús se quedó callado. El sumo sacerdote le dijo:
—En el
nombre del Dios viviente te ordeno que digas la verdad. Dinos si tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios.
64 Jesús
le contestó:
—Tú lo
has dicho. Y yo les digo también que ustedes van a ver al Hijo del hombre
sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.
65 Entonces
el sumo sacerdote se rasgó las ropas en señal de indignación, y dijo:
—¡Las
palabras de este hombre son una ofensa contra Dios! ¿Qué necesidad tenemos de
más testigos? Ustedes han oído sus palabras ofensivas; 66 ¿qué les parece?
Ellos
contestaron:
—Es
culpable, y debe morir.
67 Entonces
le escupieron en la cara y lo golpearon. Otros le pegaron en la cara, 68 diciéndole:
—Tú que
eres el Mesías, ¡adivina quién te pegó!
Pedro niega conocer a Jesús
69 Pedro, entre tanto,
estaba sentado afuera, en el patio. En esto, una sirvienta se le acercó y le
dijo:
—Tú
también andabas con Jesús, el de Galilea.
70 Pero
Pedro lo negó delante de todos, diciendo:
—No sé
de qué estás hablando.
71 Luego
se fue a la puerta, donde otra lo vio y dijo a los demás:
—Ése
andaba con Jesús, el de Nazaret.
72 De
nuevo Pedro lo negó, jurando:
—¡No
conozco a ese hombre!
73 Poco
después, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:
—Seguro
que tú también eres uno de ellos. Hasta en tu manera de hablar se te nota.
74 Entonces
él comenzó a jurar y perjurar, diciendo:
—¡No
conozco a ese hombre!
En
aquel mismo momento cantó un gallo, 75 y Pedro se acordó de que
Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y
salió Pedro de allí, y lloró amargamente.
Jesús es entregado a Pilato
27 Cuando amaneció, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos
de los judíos se pusieron de acuerdo en un plan para matar a Jesús. 2 Lo
llevaron atado y se lo entregaron a Pilato, el gobernador romano.
La muerte de Judas
3 Judas, el que había traicionado a Jesús, al ver que lo habían
condenado, tuvo remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los
jefes de los sacerdotes y a los ancianos, 4 diciéndoles:
—He pecado entregando a la muerte a un hombre inocente.
Pero ellos le contestaron:
—¿Y eso qué nos importa a nosotros? ¡Eso es cosa tuya!
5 Entonces Judas arrojó las monedas en el templo, y fue y se ahorcó.
6 Los jefes de los sacerdotes recogieron aquel dinero, y dijeron:
—Este dinero está manchado de sangre; no podemos ponerlo en el
cofre de las ofrendas.
7 Así que tomaron el acuerdo de comprar con él un terreno llamado el
Campo del Alfarero, para tener un lugar donde enterrar a los extranjeros.8 Por eso, aquel terreno se llama hasta el día de hoy Campo de
Sangre. 9 Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías: «Tomaron
las treinta monedas de plata, el precio que los israelitas le habían puesto, 10 y con
ellas compraron el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.»
Jesús ante Pilato
11 Jesús fue llevado ante el gobernador, que le preguntó:
—¿Eres tú el Rey de los judíos?
—Tú lo has dicho —contestó Jesús.
12 Mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo acusaban,
Jesús no respondía nada. 13 Por eso Pilato le preguntó:
—¿No oyes todo lo que están diciendo contra ti?
14 Pero Jesús no le contestó ni una sola palabra; de manera que el
gobernador se quedó muy extrañado.
Jesús es sentenciado a muerte
15 Durante la fiesta, el gobernador acostumbraba dejar libre un
preso, el que la gente escogiera. 16 Había
entonces un preso famoso llamado Jesús Barrabás; 17 y
estando ellos reunidos, Pilato les preguntó:
—¿A quién quieren ustedes que les ponga en libertad: a Jesús
Barrabás, o a Jesús, el que llaman el Mesías?
18 Porque se había dado cuenta de que lo habían entregado por envidia.
19 Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa mandó a
decirle: «No te metas con ese hombre justo, porque anoche tuve un sueño
horrible por causa suya.»
20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos convencieron a la
multitud de que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. 21 El
gobernador les preguntó otra vez:
—¿A cuál de los dos quieren ustedes que les ponga en libertad?
Ellos dijeron:
—¡A Barrabás!
22 Pilato les preguntó:
—¿Y qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías?
Todos contestaron:
—¡Crucifícalo!
23 Pilato les dijo:
—Pues ¿qué mal ha hecho?
Pero ellos volvieron a gritar:
—¡Crucifícalo!
24 Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era
cada vez mayor, mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo:
—Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de
ustedes.
25 Toda la gente contestó:
—¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de su muerte!
26 Entonces Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús
y lo entregó para que lo crucificaran.
27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y
reunieron toda la tropa alrededor de él. 28 Le
quitaron su ropa, lo vistieron con una capa roja 29 y le
pusieron en la cabeza una corona tejida de espinas y una vara en la mano
derecha. Luego se arrodillaron delante de él, y burlándose le decían:
—¡Viva el Rey de los judíos!
30 También lo escupían, y con la misma vara le golpeaban la cabeza.31 Después de burlarse así de él, le quitaron la capa roja, le
pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.
Jesús es crucificado
32 Al salir de allí, encontraron a un hombre llamado Simón, natural
de Cirene, a quien obligaron a cargar con la cruz de Jesús.
33 Cuando llegaron a un sitio llamado Gólgota, (es decir, «Lugar de
la Calavera»), 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero Jesús, después de
probarlo, no lo quiso beber.
35 Cuando ya lo habían crucificado, los soldados echaron suertes para
repartirse entre sí la ropa de Jesús. 36 Luego
se sentaron allí para vigilarlo.37 Y por
encima de su cabeza pusieron un letrero, donde estaba escrita la causa de su
condena. El letrero decía: «Éste es Jesús, el Rey de los judíos.»
38 También fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha
y otro a su izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza 40 y
diciendo:
—¡Tú ibas a derribar el templo y a reconstruirlo en tres días! ¡Si
eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!
41 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y
los maestros de la ley, junto con los ancianos. Decían:
42 —Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. Es el Rey de
Israel: ¡pues que baje de la cruz, y creeremos en él! 43 Ha
puesto su confianza en Dios: ¡pues que Dios lo salve ahora, si de veras lo
quiere! ¿No nos ha dicho que es Hijo de Dios?
44 Y hasta los bandidos que estaban crucificados con él, lo
insultaban.
Muerte de Jesús
45 Desde
el mediodía y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. 46 A esa
misma hora, Jesús gritó con fuerza: «Elí, Elí, ¿lemá sabactani?» (es decir:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
47 Algunos de los que estaban allí, lo oyeron y dijeron:
—Éste está llamando al profeta Elías.
48 Al momento, uno de ellos fue corriendo en busca de una esponja, la
empapó en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó para que bebiera.49 Pero los otros dijeron:
—Déjalo, a ver si Elías viene a salvarlo.
50 Jesús dio otra vez un fuerte grito, y murió. 51 En
aquel momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra
tembló, las rocas se partieron 52 y los
sepulcros se abrieron; y hasta muchas personas santas, que habían muerto,
volvieron a la vida. 53 Entonces salieron de sus tumbas, después de la resurrección de
Jesús, y entraron en la santa ciudad de Jerusalén, donde mucha gente los vio.
54 Cuando el capitán y los que estaban con él vigilando a Jesús
vieron el terremoto y todo lo que estaba pasando, se llenaron de miedo y
dijeron:
—¡De veras este hombre era Hijo de Dios!
55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido
a Jesús desde Galilea y que lo habían ayudado. 56 Entre
ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y
la madre de los hijos de Zebedeo.
Jesús es sepultado
57 Cuando ya anochecía, llegó un hombre rico llamado José, natural de
Arimatea, que también se había hecho seguidor de Jesús. 58 José
fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo
dieran, 59 y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana de lino limpia 60 y lo
puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había hecho cavar en la roca.
Después de tapar la entrada del sepulcro con una gran piedra, se fue.61 Pero María Magdalena y la otra María se quedaron sentadas frente
al sepulcro.
La guardia ante el sepulcro de Jesús
62 Al día siguiente, es
decir, el sábado, los jefes de los sacerdotes y los fariseos fueron juntos a
ver a Pilato, 63 y le
dijeron:
—Señor,
recordamos que aquel mentiroso, cuando aún vivía, dijo que después de tres días
iba a resucitar. 64 Por
eso, mande usted asegurar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan
sus discípulos y roben el cuerpo, y después digan a la gente que ha resucitado.
En tal caso, la última mentira sería peor que la primera.
65 Pilato
les dijo:
—Ahí
tienen ustedes soldados de guardia. Vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que
puedan.
66 Fueron,
pues, y aseguraron el sepulcro poniendo un sello sobre la piedra que lo tapaba;
y dejaron allí los soldados de guardia.
REFLEXIONES: